Carilda Oliver Labra, poeta matancera, Premio Nacional de Literatura 1997. De su libro Prometida alfuego, son estos poemas. Muchacho loco Muchacho loco: cuando me miras solemnemente de arriba abajo siento que arrancas tiras y tiras de mi refajo... Muchacho cuerdo: cuando me tocas como al descuido la mano, a veces, siento que creces y que en la carne te sobran bocas. Y yo: tan seria, tan formalita, tan buena joven, tan seorita, para ocultarme tambin mi sed te hablo de libros que no leemos, de cosas tristes, del mar con remos, diei te digo: usted. alm a Dnde estarn tus manos? S- Dnde estarn tus manos Ilustracin: Hanna de mrmol y te toco; dividirn un cncer o sudarn un poco E mientras miro las nubes, los hermanos? Dnde estarn en este momento en que me cruza como una flor morada por la imaginacin? Dnde estar hoy su mezcla de alcuza y corazn? Dnde estarn tus manos que hicieron en mi espalda un pedido esmeralda? Dnde estarn tus manos caticas, ladronas, de araa y bistur; ,.-tus manos de repente preguntonas que anoche me dejaron pensando en ahora si? Gracias a Chjov? '-n*'aSi rS PorAlexander N. Moisev L t d Lto o Siendo todava un adolescente me enamor muy en serio de El banquero, que haba perdido todas Alexander N. Moisev me dieron la sabidura. Todo lo que a las obras de Antn Pvlovich Chjov.1 Lea y relea sus estupen- sus riquezas, decidi asesinarlo y entr travs de los siglos iba creando el infati- das narraciones pletricas de conflictos, profundo sentido filo- a la habitacin del cautivo, que dorma. gable pensamiento humano est com- sfico y modelos de concisin. Me tropec por entonces con Junto a l, sobre el escritorio, haba una primido en forma de una minscula una ficcin que se me qued especialmente grabada en el alma. hoja de papel escrita con letra menuda, cuenta dentro de mi crneo. El relato se llama La apuesta y se public por primera vez en el que el banquero ley: Aquellos quince aos le haban hecho nmero 4 613 de la Gaceta de San Petersburgo en el ao de Maana, a las doce meridiano, recu- comprender que en la riqueza y los pla- 1889 con el titulo de El cuento, aunque en las obras completas pero la libertad y el derecho de comu- ceres de la vida no estaba la felicidad y de este autor qued recogido como La apuesta. Es un relato nicarme con la gente. Pero antes de para probarlo saldra de su reclusin cin- breve y voy a tratar de reproducirlo de la forma ms sucinta abandonar esta habitacin y ver el sol, co horas antes del plazo establecido y de posible a fin de que resulte ms fcil entender qu fue lo que considero necesario decir algunas pa- esta manera violara el convenio... tanto me conmovi de su contenido: labras. Con la conciencia tranquila y Lo que de este cuento me impact En una noche de otoo, un viejo banquero recuerda un inci- ante Dios que me est viendo, declaro de manera singular fue la pasin por dente ocurrido quince aos antes, en una fiesta. Entre otros que desprecio la libertad, la vida, la la lectura que la soledad despert en temas de conversacin, se habl de la pena de muerte. La ma- salud y todo lo que en los libros se el joven abogado y cmo logr apro- yoria de los visitantes tena al respecto una opinin negativa y denomina bondades del mundo. piarse de la sabidura de los libros du- algunos consideraban que deba ser sustituida por la cadena Durante quince aos he estudiado con rante su confinamiento de manera perpetua; aunque otros pensaban que la reclusin de por vida suma atencin la vida terrenal. Es ver- autodidacta. El relato aviv an ms mataba lentamente y aun haba quien tena la idea de que eran dad, yo no vea la tierra ni la gente, pero mi propio amor hacia la lectura, mi dos formas igualmente inmorales de quitar la vida. Se suscit en los libros beba vinos de delicado buqu, cantaba canciones, bibliofilia, que no ha hecho otra cosa que acentuarse con el una animada discusin que culmin en una apuesta: el ban- cazaba en los bosques ciervos y jabales, amaba mujeres... Bel- transcurso del tiempo. quero apost dos millones y su contrincante, un joven aboga- dades impalpables como una nube, creadas por la magia de sus He tenido la posibilidad de visitar muchas bibliotecas en Ru- do, quince aos que pasara encerrado, sin libertad, poetas geniales, me visitaban de noche y me susurraban cuen- sia y en otros paises. Para mi, las bibliotecas son templos del Y esta salvaje y absurda apuesta fue concertada! Ahora, el tos maravillosos que embriagaban mi cabeza. En sus libros es- saber y al entrar en ellas percibo en su entorno un inefable banquero comprenda que aquello no haba tenido sentido, calaba las cimas del Elbruz y del Monte Blanco, y desde all vea hlito de veneracin. Irrepetible complacencia he experimenta- que el hecho de que el abogado hubiera perdido quince aos salir el sol por la maana mientras al anochecer lo vea derramar do al visitar las principales bibliotecas de Mosc, La Habana, de su vida y l tirara dos millones no demostraba qu forma de su oro purpurino sobre el cielo, el ocano, las montaas; vea Alejandra, Mxico y Madrid. A ellas dedico primordialmente castigo era mejor o peor. verdes bosques, prados, ros, lagos, ciudades; oa el canto de estos apuntes. El abogado haba sido recluido bajo severa vigilancia en una las sirenas y las melodas de las flautas de los pastores; tocaba 1 ANTN PAVLOVICH CHJOV (Rusia, 1860-1904), sobresaliente narrador construccin de la residencia del banquero. Durante quince aos las alas de los hermosos demonios que descendan para hablar y dramaturgo. Entre sus cuentos se destacan La sala nmero 6 y La fue privado del derecho de traspasar el umbral de la casa, ver a conmigo acerca de Dios... En los libros me arrojaba en insonda- dama del perrito y entre sus obras dramticas ms significativas la gente, escuchar voces humanas, recibir correspondencia y bles abismos, hacia milagros, incendiaba ciudades, profesaba estn El to Vania (1899), Las tres hermanas (1901) y El jardn de los diarios; se le permita tocar un instrumento musical, leer libros, nuevas religiones, conquistaba imperios enteros... Los libros cerezos (1904). escribir cartas, tomar vino y fumar. Durante aquellos quince aos, el abogado haba cambiado sus necesidades dentro del escaso es- pectro de posibilidades, incluso, haba cambiado sus temas de lectura; pero siempre haba ledo in- saciablemente.