FRANcisco CABANILLAS Corte neobarroco Entre las tres exclusiones que consideramos a continuaci6n, lo boricua es cercenado del espacio latinoamericano desde la historic de la pintura y desde una introducci6n a la literature; ademis, desde la salsa, es borrado del espacio caribefio. Desde el tajo pict6rico, esta la exclusion de Edward Lucien-Smith en Latin American Art of the 20th Century (1993), donde lo boricua queda fuera del arte latinoamericano porque, segin el jamaiquino, el arte puertorriquefio del siglo XX no es facilmente diferenciable del de los Estados Unidos (8); exclusion que, desde un ensayo en El Nuevo Dia, Efrain Barradas refut6 apelando a la historic del cartel boricua durante los aflos cincuenta. Que, como planteara Edgardo Rodriguez Julia en Campeche: o los diablejos de la melancolia (1986), la pintura fuera primero que la literature en Puerto Rico, dramatiza much mis la exclusion de Lucien-Smith, pues cercena el primer discurso (elitista) de la autorrepresentaci6n. Si la exclusion de Lucien-Smith se remonta a las raices, la que se da en la literature, por tratarse de un tajo much mis reciente, todavia sangra. En la edici6n popular Literatura latinoamericana para principiantes (2003), edici6n que sintetiza el resume hist6rico con el dibujo ilustrativo, Florencia Abbat" expone un mapa de las letras latinoamericanas donde no menciona a un solo boricua escritor o escritora. Porque es un libro centrado en lo argentino, la exclusion de lo "portorriqueflo" (como he escuchado en Argentina y Espafia) cobra importancia: ni siquiera La guaracha del Macho Camacho (1976), publicada en la editorial argentina De la Flor, Ilega a lo que pareceria una dimension del canon argentino ante las letras latinoamericanas (vale aclarar que, aunque incluye la literature cubana, Nicolis Guill6n queda fuera del libro, al igual que toda la literature dominicana). Una vez excluidos de la pintura y la literature latinoamericanas, toca la musica afrocaribefia. La exclusion del music6logo cubano Olavo Al6n, en De lo afrocubano a la salsa (1992), corta por una de las efervescencias mis dramiticas de los noventa: la celebraci6n de la salsa como discurso official de la puertorriquefiidad. Ahora que tanto el gobierno boricua, como qued6 claro en la hist6rica Expo 92 de Sevilla, asi como la academia y la sociologia, como en el caso de Angel Quintero Rivera en Salsa, sabory control (1998), legitiman la salsa en el context de la identidad national, algo que no sucedi6, por ejemplo, en la d6cada anterior (1980), el music6logo cubano ni siquiera menciona lo nuyorican a la hora de hablar de la salsa, ratificando asi el cliche cubanoc6ntrico de que la salsa es una repetici6n de la misica cubana de los afios cincuenta, un cliche que se desmont6 con much precision en el primer libro de la salsa, El libro de la salsa (1980), del venezolano C6sar Miguel Rond6n. De esta manera, el corte neobarroco supondria una agresi6n a tres niveles diferentes. Primero, la exclusion pict6rica impuesta desde una historiografia miope, constitute una agresi6n political, pues el cartel, un "arma de