DICCIONARIO ENCICLOPDICO DE LA MASONERIA ORL Tiene valor, tiene agilidad, tiene infatigable perseverancia, bordea los torrentes, salta los abismos, apunta, y algunas veces hiere. Es el Nemrod del Episcopado francs. Pero ah! que si mata, no vivifica; ah! que si caza, no siembra. Esos caractres grios y esos estilos speros son aptos para combatir, son impotentes para crear. La naturaleza no le ha dado fuerza creadora al odio; en la naturaleza solo el amor tiene prole. "Cuando el Obispo de Orleans vuelve su Iglesia con al- gunos racionalistas magullados, con algunos eclcticos he- ridos; cuando trae en su pastoril zurron ultramontanos aperdigonados y ministros de instruction pblica muertos, y oliendo podredumbre, qu nueva alma ha conquista- do para el cielo? Qu corazon cerrado ha abierto la f y la esperanza? Qu oracion ha puesto en los ridos la- bios, ni qu lgrima en los secos ojos? La elocuencia furio- sa de Tertuliano raya en lo sublime, porque Tertuliano es perseguido, es vctima, y est rodeado de mrtires. Pero suponed Tertuliano en-una Iglesia triunfante, con el au- xilio del Estado y el estipendio official; y su clera sublime se convertir en rabia grotesca. El Obispo de Orleans, con su ciencia, con su dignidad, con sus libros, con su Acade- mia, no es mas, no puede ser mas, no ser mas ante la His- toria que un polemista atrevido. Sus labios expresarn mu- cho mejor un silogismo que una plegaria. Manejar mejor la espada de la dialctica que el incensario del misticismo. Y en toda polmica le faltar la primera de las virtudes cristianas, la caridad, que debe emplearse principalmente en los ciegos y en los enfermos. "Extrao destino, en verdad, el destino delas tierras de Saboya que el Obispo d Orleans pertenece! Enclavadas en Suiza, era natural que desempearan el ministerio que ha desempeado y siguieran la suerte que ha seguido Sui- za. Sin embargo, parecen alzarse all, al pi de los mismos desfiladeros, y al borde de los mismos lagos, para ofrecer contrast con las instituciones de la repblica y la liber- tad de la conciencia humana. Un tiempo hubo en la Edad Media, cuando el derecho de los pueblos no se haba sepa- rado aun de la Iglesia; cuando la conciencia modern aun no se habia dividido en dos por la Reforma; un tiempo hubo en que Saboya sinti secret atraccion, que la arras- traba en pos de aquellas libertades nacientes, destinadas sembrar en el centro de Europa, y con families de las di- versas razas europeas, el grmen de la federation, de la democracia, de la Repblica. Pero cuando la Reforma apa- reci, cuando Ginebra personifi este gran movimiento, sintise enemiga irreconcilable de la ilustre ciudad y de su nueva idea. En consecuencia, le falt tiempo Saboya para entregarse sus duques, encargndoles perseguir la ciu- dad proterva; y les falt tiempo los duques para entre- garse la Iglesia, encargndola de mantener en sumision la conciencia catlica. Algunas protests estallaron; mas los inquisidores dieron de ellas buena cuenta, tostando various nobles, y sometiendo asi todo nimo rebelde, todo espritu inquieto. Desde entonces fu Saboya la irreconci- liable enemiga de la civilizacion suiza, y la inconmovible fortaleza de la monarqua y del catolicismo. Sus alturas y sus valles se poblaron de monasterios. Sus hijos, que tenan materialmente cercada la austera Ginebra, acometironla, y aunque vencidos, batallaron mil veces por aplastarla. Asi hay una escuela catlica que puede llamarse escuela sabo- yana. A ella pertenece Francisco de Sales, el autor de la Filotea, de la devota complaciente, dulce, hbil y un tanto mundana. Pero esta escuela, si ech races en las costum- bres, no ech races en las letras. El verdadero jefe de los saboyanos, De Maistre, dotado por la naturaleza con ta- lento de primer rden, y con estilo la altura de su talen- to; claro en la idea, enrgico y conciso en la frase; lleno de ciega ira contra toda la civilization modern, erigido por su propia soberbia en terrorist terico, proclamando la expiacion universal, que deba convertir la vida humana en continue sacrificio, la tierra en altar de holocaustos, el verdugo en primer magistrado de un Dios que no es el Dios del Evangelio, sino el Dios iracundo, el implacable Dios de los semitas, dolorido aun de nuestra culpa, y no cansado del castigo; tinto en sangre y 2erramando occeanos de hiel sobre los planets; con legiones de ngeles exterminadores a su servicio para ordenar en torvo apocalipsis loshuma- nos, de cuya creation y aun de cuya redencion parece ar- repentido; que, vuelvan atrs, la teocracia, al rgimen de Gregorio VII restaurado en toda su pujanza, se aper- ciban caer en la muerte eterna, lanzados por los huraca- nes del ltimo dia, y tendidos en nubes de cenizas, cual le- giones de siniestros esqueletos, sobre cuyas calaverasbrilla el espritu, como el fsforo en los cementerios. Lanse, lanse sus pginas, y al fin de cada una de ellas se adver- tirn estas visions desprendidas, sin que el autor quiera desprenderse, de aquellas siniestras ideas, como se des- prende la fiebre de las aguas estancadas y podridas. De Maistre form una larga series de terrorists tericos. Si la Inquisicion no hubiera existido, l la creara en el mundo modern. A todos cuantos le-han seguido, hles inspirado su furor, su clera, su deseo de venganza. "No puede en justicia decirse que Monseor Dupanloup tenga las mismas ideas que su ilustre compatriota. Es mu- cho mnos ultramontano y es much ms regalista. Pero, si no tiene las mismas ideas, tiene la misma clera. En cuanto oye el rumor de la batalla, se mezcla en la batalla, y con una ira de que hay bien pocos ejemplos, hiere, mata, destroza, para arrojar luego el cadver enemigo, todava caliente, puntapis en el infierno. Tiene algo su pluma de feroz y carnicera. Prelados as fueron buenos para la Edad Media, para aquella edad de combat. Cuando las fuerzas de la civilization estaban como contenidas y guardadas en la guerra, un prelado caballo, con la espada en la una mano y la cruz en la otra; la armadura sobre el hbito y el casco en lugar de mitra; dispuesto siempre la pelea, y trayendo despues de la pelea el into adornado con cabe- zas enemigas, aunque repugne considerable como sacerdo- te de la paz y del amor evanglico, tiene su razon de ser; que la organization social se afecta siempre del espritu donde brota. Pero hoy la clera no sirve ningun espiri- tualismo. La clera tiene algo de material y el espiritua- lismo no puede vivir, no puede desarrollarse si no tiene al- go de contrast con la material. Cuando, cansado del mundo abrumado por las penas que el mundo encierra, correis en pos de un sacerdote del espiritualismo, del idealism, es para recibir en la frente calcinada un roco celeste y no un vmito bilioso. "Yo bien s que las peleas del Obispo de Orleans son pe- leas morales, donde no se derrama otia sangre que la sangre del alma, y donde no resultan otros cadveres que los cadveres de la reputation y de la honra. Pero yo per- tenezco al nmero de los que prefieren una calumnia una pualada. Yo tengo mas odio al calumniador que al asesino. Yo creer siempre la honra preferible la vida. Y yo no perdonar nunca un prelado que debe sostener el espiritualismo en este sizlo sensual'sta, y que debe avivar la caridad muerta en tantos corazones, esas polmicas rui- dosas, de las cuales ha resultado que families enteras lla- men su favor y en su auxilio los tribunales de justicia contra injuries gravsimas imperdonables calumnias, derramadas muchas veces hasta en el osario de los muer- tos, sobre los cuales ha pronunciado ya Dios su definitive inapelable juicio. "No siendo, pues, el Obispo de Orleans sino un atrevido polemista, al contar la historic de sus polmicas, tambien contamos la historic de su vida. Y sus polmicas todas es- tn dictadas mas por la clera que por la conviction. Y la clera es un sentimiento que encierra otros dos sentimien- tos: el amor del hombre s mismo, y el odio del hombre los dms hombres, sobre todo sus enemigos. Y eso de odiar los enemigos tambien lo hacen los paganos; el es- pritu evanglico quiere que todos, especialmente los sa- cerdotes, amen los que les aborrecen, oren por los que los persiguen y calumnian, vuelvan bierr por mal para ser perfectos, como es perfect nuestro padre que est en los cielos. Ese es el verdadero sentimiento cristiano y no la clera, passion violentisima, que brota de un nimo apoca- do, de un espritu dbil. As el escritor, que aparece siem- pre henchido de clera, es como esos fanfarrones que se las echan de valientes y salen siempre pertrechados de ar- mas. Y como el Obispo de Orleans ha tenido polmicas ruidosas con filsofos y con catlicos, con regalistas y ul- tramontanos, con clsicos y enemigos de los studios cl- sicos, con falibilistas infalibilistas, y siempre ha empleado en ellas la misma clera; debemos convenir en que el Obispo de Orleans, odia, sobre todo, los que le contradi- cen, y sobre todo, ama, no dir su propia persona, pero s dir su propia idea. Yo quisiera ver al Obispo de Orleans cuando describe; y estoy seguro de que encontraria en su rostro algo de lo que un observador ha encontrado en los dos tipos de clera engendrados por el arte, algo de la es- ttua de gladiador combatiente, algo de la pintura aquella de Rafael en que dos mancebos airados arrojan Ileliodo- ro del templo. Es Monseor un perfect tipo del colrico. Tiene la irona acerba que se llama sarcasmo, y la tumul- tuosa elocuencia que se llama indignacion. Y como la clera es mvil, llena de oleaje; cambia continuamente de objeto, pero no de esencia; y flagela con igual fuerza 86