ENRIQUE A. LAGUERRE porvenir? Yo creo que no, prueba de ello es el inusitado acervo de objetos que han conseguido. Tiene que ser as. Despus de todo, las orejas del hombre no son orejas de tronco viejo y podrido. La voz entusiasta de los adolescents -de esos adolescent que conquistan pa- ra la cultura- tiene siempre resonancias en los odos de los adults. Por eso no dudo de que ellos conseguirn el local que tanto anhelan. Su saln de classes se ha con- vertido en un gozoso almacn de entusiasmos y eso no tiene precio. Ningn adulto responsible desoye los vivos reclamos de la adolescencia. Estuve por segunda vez donde los muchachos. Ha- blan con jubilosa seriedad de las probabilidades de con- seguir el local que desean. "Hay que ver cmo todos nos alientan. Si viera cmo de contents nos sentimos cuando el gobernador vino a vernos, a ver las cosas de nuestro museo". Todos dicen lo mismo. No hay pesi- mismo en ellos: se saben cumpliendo una inusitada ta- rea, pero ellos mismos no son capaces de medir los alcances de su generosa accin. Yo me quito el som- brero ante esta fecunda generosidad juvenile. Esta segunda vez he podido estar dos horas con los muchachos y su museo. No es suficiente, pero he podido conocer algo ms. En primer lugar, sin que por ello se entienda que trato de achicar el valor del acervo reunido, debo decir que lo que ms me impresiona de este quehacer juvenile es el element human envuelto en el asunto: la reposada y viva responsabilidad de muchachos y maestra.