ENRIQUE A. LAGUERRE se nieguen casos individuals de algn_ cuidado, como sucede normalmente en otros pases. Nuestra situaci,-i no es ms grave que la de Mxico o la de Cuba, por ejemplo. Pero urge, repito, que una comisin determine los puntos de partida hacia la normalizacin de los usos cultos en Puerto Rico. De ese modo legalizremos nues- tras particularidades regionales, aceptaramos aquellos prstamos extranjeros de provecho y rechazaramos todo lo que nos pareciera mal. Slo hay que echar una ojeada al diccionario espa- fol para darse cuenta de que carece lamentablemente de vocablos terminolgicos y de que es demasiado ene- migo de neologismos. Esto es inconcebible en un mundo cambiante y progresista. Algo que me llam la atencin en Espaa fueron las constantes diatribas contra la me- cnica y las comodidades contemporneas de vida. Pero la gente, que as se expresaba, daba la impresin de estar viviendo la fbula de las uvas verdes porque si hay alguna gente que gusta de esas comodidades es el burgus espaol cuando tiene oportunidad para ello. No es que yo aprecie demasiado esas comodidades y las facilidades mecnicas, pero me parece que no hay motivo para rechazarlas por sistema, a base de una pretendida c;piritualidad. Ignorar los adelantos lin- gsticos tomando como base un desdn olmpico por las cosas mecnicas se me figure una bobera. Pese a esa actitud, el mundo no se detiene. Mientras el diccionario nuestro hace gala de una manitica tacaera en lo que respect a tecnicismos, neologismos, extranjerismos y latinoamericanismos, por