ENRIQUE A. LAGUERRE El mensaje de La carreta se ve ahogado por las es- cenas costumbristas dispersas y estorbado por un len- guaje que lleva la intencin de sorprender a los espec- tadores. En ese aspect tcnico Tiempo muerto es su- perior a La carreta. El valor de Tiempo muerto se acre- centar con el tiempo. Todava no ha sido superada, ni siquiera igualada, como obra teatral que plantea un problema social de nuestros campos. Y es leal a una poca. Creo que el problema central de La carreta ya va de pasada. A juzgar por la conciencia puertorriquea de Luis o de Juanita, la solucin natural no estaba en fugarse a Estados Unidos -claro, puede darse ese caso, pero no responded a uno de los propsitos ideol- gicos de la obra-, sino en buscar empleo en una de las nuevas fbricas de la zona metropolitan. En los hogares de la gente de la clase media se ha planteado ya el problema de no poderse contar con muchachas de servicios domstico porque no se les puede pagar lo que ellas piden y adems porque la mayor parte de ellas se han ido a trabajar a las fbricas. Eso podr no ser agradable a ciertos sectors pol- ticos, pero es una inescapable realidad. Como tambin son una realidad los caseros multi-familiares que estn erradicando las zonas arrabalescas. Aunque queden to- dava muchas zonas arrabalescas, como lo que fue la Perla en sus peores tiempos, lo cierto es que, en ese par- ticular, el actualismo realista de La carreta se ve algo lesionado. Con esto no digo que se haya resuelto el problema, lejos de que an sea as, sino que algunos de los ingredients de La carreta ya han pasado de