ENRIQUE A. LAGUERRE Ronda de la lama verde es una meloda campestre en verde mayor, dulce unas veces, alucinante otras. Mar, montaas, limones, yerbas; y los cucubanos, lo& ojos de gato, los lampos fosforescentes, las impresiones fantasmagricas. A veces, hasta la sombra es verde. Y en esa variedad de verdes, las claridades: las aguas, el cielo, las estrellas, el sol, el roco, las hogueras, el fuego, la luna, el ro... All, sobre los verdes reales o fan- tasmagricos es donde caen las claridades. De vez en cuando hay temblores de preocupacin ante el fluir del tiempo, como en lo mejor de la poesa de Machado. A veces, como Hamlet, filosofa con el crneo en la mano. Hay ya sabor de cenizas; angustia al darse cuenta de que la vida sugiere sombras, soplo, polvo; locuras fnebres. Hay azoramientos vitales en las concepciones dantescas de La sombra del espanto y Jinete y farol. Ningn moment del da es tan impresionante como el anochecer. Se ablanda la naturaleza, se maduran de pjaros los rboles, las aguas piensan la profundidad celestial; sin lograrlo, el misterio quiere revelarse, y se adivina la proximidad de la noche, por el agujero luminoso del primer lucero. Pero estamos en el trpico y el sol lucha por no irse y hace un desafo alardoso a la noche encendiendo una hoguera en las nubes, refle- jndose, con obstinacin, en los cielos bajos. Lugo est en lo mejor de su expresin cuando co- loca motivos de alas en el anochecer. Pjaro. Bobo es un buen ejemplo de esta clase de poesa. No s ahora