ENRIQUE A. LAGUERRE al alcatraz, hondo, escrito en imponentes alejandrinos, con respeto medieval a la cesura y a los hemistiquios -tradicin de Berceo y de Hita- es un reto contun- dente al preciosismo querubesco que tan hondas races ha echado en la sensiblidad de los crticos por culpa de los Gngoras, los Rubn Daros y los ismos ato- londrados. Es significativo que De Diego haya olvidado los rui- seores y las calandrias y fije su atencin en el pjaro de actitudes oblicuas y tristeza congnita. Qu s yo por qu, a pesar de ser este canto tan diferente a The Ancient Mariner de Cooleridge, me lo recuerda tan- to. Porque el alcatraz del poema de De Diego tiene in- tencin y tratamiento enteramente distintos al albatros de The Ancient Mariner. La muerte del albatros es vio- lenta; el alcatraz muere vivo, en la soledad, en la falta de libertad, en la nostalgia de los mares y los aires. Ade- ms, los motives del albatros se desarrollan en un am- biente blandamente romntico, mientras que la atms- fera de este alcatraz es de exaltacin casi pica, con un hlito de grandiosa tragedia clsica -helnica o ju- daica- a su alrededor y en su propia vida, es decir, "yo y mis circunstancias". Y aqu, otras evocaciones de Job, el Eclesiasts, La vida es sueo... Desde hoy, me parece que debo sumar la intensidad potica de este alcatraz a la tradicin del cuervo poenia- no y del albatros de Cooleridge. Resulta curioso que De Diego, que en estas epstolas rompe con las blandengueras poticas y que hace alar-