ENRIQUE A. LAGUERRE gica y llena de engorroso prosasmo. Jorge Manrique, Unamuno y Machado plantean problems en sus ver- sos, pero sin usar una lengua que ms bien parece pro- pia de textos normativos. Sin embargo, se olvida la intencin del poeta. Confieso que empec a leer las Epstolas mostrencas ron no disimulada displicencia. Todava suenan en mis odos algunos juicios volanderos que he odo, alguna vez; sobre De Diego; "es un pedante", "tiene una in- digestin de ideas", "es un lector arbitrario", "exhibe un muestrario de lectures en su obra". Se es injusto, bsicamente, con De Diego porque no da lo que pide el crtico criado a la media de cierta tradicin. No es extrao que uno se sienta zarandeado por esa clase de poesa. S, cierto, se muestran las lectures en la poesa de De Diego, pero, no es as con todo lo que se describe? Digo, ms o menos. Las ideas del Eclesiasts, por ejem- pio, estn en Jorge Manrique, en Machado y en De Diego, pero expresadas de modo distinto. Cuntos han hablado sobre el tiempo! Cuntos han escrito sobre el sentido judaico de la angustia! Uhlimamente, no nos traen ya medio angustiados con el ir y venir. del exis- tencialismo, sentido de angustia que es tan viejo como el hombre? La poesa de De Diego no es difcil, a la manera que lo es la de Gngora o la de T. S. Eliot. Es ampliamente comprensible. No necesita uno el diccionario personal del autor. Es poesa que no es poesa, tal vez, en el sentido traditional. Pero no est dems crear nuevas