PULSO DE PUERTO RICO chas fases, de la conduct social, slo que al escribirlo as, no llevaba yo la intencin dogmtica que mueve al autor de la mencionada crtica a hacer juicio de anteojera. En el ambiente social y traditional de Puerto Rico hay una angustiosa realidad, entire muchas otras reali- dades de diversos aspects, que siempre me ha preocu- pado. Es esta: Cmo la conduct de los adults atropella a los nios, cmo no pocas veces se vive una civilizacin de difuntos. Me cri en ese ambiente, la mayora de.la gente de mi generacin se cri en ese ambiente. A nombre de unos cuantos mandates de difuntos, remotos o cercanos en el tiempo, se ha torturado a los nios y se les ha amargado sus vidas. Este abuso de los adul- tos, que imponen a los nios sus frustraciones, sus odios, sus limitaciones, sus obediencias a difuntos, sus histe- rismos, todo a nombre de unos antepasados que tienen ms de mito que de realidad. Yo deseo vehementemente criar a mi hija, hasta don- de ms pueda, alejada de esos mitos. No quisiera yo que se criara dentro de las limitaciones que formaron crculo apretado en torno mo. Puede ser que muchos de esos mitos hagan santos de las gentes -se ha visto que no es as- pero si alguien logra alguna aureola, esta est tan apretada a la cabeza, que el sujeto se pasa toda su vida con dolor de cabeza. Aparte de lo que el crtico pueda pensr del nom- bre de Lucrecia Madrigal y de alguna que otra pala- bra, y aparte de lo que pueda pensar de la conduct