ENRIQUE A. LAGUERRE rehuyen el chaparrn de fondo. Desconsuela leer tanta hojarasca preciosista y terminolgica y tanta exalta- cin de mitos. Figuras internacionales que quiz tuvie- ron razn de ser en generaciones pasadas se presentan todava exhibiendo sus posturas preciosistas y mticas, y se les hace coro y se les aplaude, de espalda a los problems vitales y al ansia de revision histrica. Aparte de los errors que puedan haberse cometido, en Puerto Rico pasamos en la actualidad por una re- visin de conductas. El ansia de encarar realidades vive -en este moment crtico de nuestra historia- en con- flicto con el ansia de fuga. Y todo pasa en nuestra carne, en nuestro espritu. Y aqu, entro en una situacin difcil; tratar de aclarar qu me condujo a escribir mi ltima novela Los dedos de la mano *, aunque creo que su propsito est claro, pese a alguna crtica que no lo ve as. Hace algn tiempo le la crtica que la Revista Asomante hace de esa novel Pens no decir nada; generalmnte, no digo nada de lo que se ha escrito sobre mis libros; no me interest hacer acopio de crticas y decir, aqu y all, lo que este o aquel crtico ha dicho sobre alguna obra ma. Un libro publicado, ms que el autor pertenece al pblico, y este puede tener la reaccin que se le antoje. No preparo lbumes para recoger esas opinions ni he conservado fichas bibliogrficas de ellas. Cuando alguna de las cuatro o cinco personas que han escrito Les dedos de la mano, San Juan, P. R., B.A.P., 1951, 245 pgs.