ENRIQUE A. LAGUERRE senta y destaca demasiado en su tesis. Mejor hubiera sido que Alonso no hubiera escrito versos; debi limi- tarse a la prosa. Decame don Toms Navarro- y es lo que tambin afirma en El espaol en Puerto Rico- que el leguaje afectivo del jbaro es extraordinario y el libro de Alonso est lleno de ese lenguaje afectivo. Acierta, sin embargo, Rivera cuando asegura que en Alonso hay un imaginismo pobre y que lo subjetivo est supeditado a lo objetivo. Tena que ser as en un hom- bre positivista y de intenciones didcticas como Alonso. Eso mismo sucede en libros como El libro de buen amor y El conde Lucanor, ambos del siglo 19. Larra tuvo tambin intenciones didcticas. Me hubiera gustado encontrar en este studio de Rivera ms examen de las actuaciones primigenias de Alonso en la literature puertoriquea: como prosista, como crtico, como autor del primer libro puertorrique. o que consigui reimprimirse; me hubiera gustado que le hubiese dado ms atencin a los "recuerdos", a mi juicio lo mejor de El jbaro, en donde se destacan -a la manera evocative posterior de Azorn- rele- vantes figures puertorriqueas, y esto lo hace Alonso en el estilo ms elegant y depurado del libro; cierto que estos "recuerdos" no son tpicamente costumbristas, pero son el comienzo del ensayo puertorriqueo, dentro del espritu pre-noventayochista; me hubiera gustado ver a El jbaro ubicado dentro de nuestro primer gran ciclo jibaro que culmin con Zeno Ganda, y verlo con- trastando ese primer ciclo jbaro con el segundo gran