ENRIQUE A. LAGUERRE Hace falta una crtica de menos empaque, periodsti- ca, asequible al grueso del pblico que sale de nuestras escuelas. Una crtica menos abstrusa, menos pleonstica, menos barroca; que lleve propsitos educativos sin que tenga que proponrselos. Lo malo de muchos de nues- tros crticos es que escriben con amor excesivo por las formas y para que no se les entienda. Adems hay alguna crtica de anteojera, con abultamientos favorables por aquello que se ama y abultamientos desfavorables por aquello que no se ama o se ignora. Con nuestras poetisas -y algunas de ellas son no- tables- se repite una situacin curiosa: que dejan de escribir tan pronto como se casan. Julia de Burgos -anr- quica, adolorida -es una excepcin, pero se dej ata- razar por la angustia. Marigloria Palma, cuya poesa enjuicio, es ejemplo tpico de la poetisa que se "reti- ra". Me interest Ester Feliciano Mendoza porque ha lle- vado a la poesa y a la prosa para nios una nota nue- va: un afectivo impresionismo. En su literature infan- til no hay simplicidad ni hay fantasa alocada. Parte siempre de un concept de realidad exaltada y crea un mundo infantil sin figures ni ambientes extemporneos, como es el caso en otros escritores. En los dos poetas de quienes me ocupo aqu -De Diego Padr y Samuel Lugo- noto algo distintivo: las epstolas de De Diego, algo prosaicas en la forma, car- gadas de terminologas cultistas y de vulgarismos inten- cionados, en donde expresa una amargura universal ponen de relieve toda una personalidad individualista.