PULSO DE PUERTO RICO a todo el conglomerado. Cuando ello no es possible di- rectamente, all va el ejemplo vivo, la dedicacin demo- crtica, la consagracin de lderes que no antepongan la frivolidad y el privilegio a una genuina disposicin de servicio. Recuerdo el caso de un joven catedrtico, con quien hablaba en das atrs. Tena los ojos irritados con las lectures y llevaba media docenas de libros bajo el brazo. Era uno de esos jvenes profesores detrs de quien tienen que ir los empleados de la biblioteca por- que acaba por hacer una sub-biblioteca en su casa. Eso est bien, que demuestra un gran sentido de curio- sidad intellectual. El joven catedrtico estaba preparado para discutir los temas de su preferencia, con cualquiera, incansablemente. Es una persona de inteligencia e ima- ginacin vivas, sobre todo para los temas de su pre- ferencia. Era proslito de lo que he venido llamando el inte- lectualismo mstico. Me lo demostraron estas sus pala- bras definitivas, sin condiciones: "A m no pueden preocuparme los pequeos problems de este pas, por- que estoy demasiado preocupado por los graves pro- blemas del mundo. Aqu no hay nada qu hacer, en este ambiente provinciano. Es ms, en la primera opor- tunidad, me voy"'. Honradamente, yo no puedo discu- tir con un intellectual mstico, porque mi temperament no me lo permit, o tal vez porque no lo tolero -fuera de la amistad corriente, claro est- o porque carezco de habilidad para enfrentarme a su intelectualismo o simplemente porque me djo dominar por un prejuicio