ENRIQUE A. LAGUERRE escuela -con los defects subsanables e insubsanables que pueda tener- es raigalmente democrtica y nos ha proporcionado nuestro mayor reposo colectivo. Le tengo un alto aprecio a nuestra escuela pblica y sealo, calurosamente, sus virtudes sobre sus defects. Puede ser que en esta o aquella fase de su vida crea yo que le falte sentido de realidad puertorriquea o que se le haya dado ms atencin de la razonable a los trans- plantes; pueda ser, digo, pero todava queda en nues- tra escuela la ms bella de las realidades: su conduct democrtica, su incansable esfuerzo por asegurar la convivencia. Pocas escuelas pueden sentir esta satis- faccin. La escuela pblica, como niveladora social, es un vivo ejemplo para todos los pueblos. A veces, oyendo hablar a algn europeo, tena la impresin de que conceba la cultural como un deli- cioso juego, a veces malabar, sin que le preocupara eso que tanto preocupa a nuestra escuela, -la conviven- cia-. Las jerarquas y los valores funcionaban siempre en favor de un mismo grupo, del que quedaban exclui- dos los ms. Y aqu, en Amrica, a veces hemos que- rido parangonar el product de esa disposicin jerar. quizante con el product de nuestra escuela niveladora. No es possible, no. Sin que le niegue a nuestra escuela su fecunda participacin en la formacin de hombres singulares, lo que ms admiro de ella es su seguro em- peo en llevar a todos una fundamental sensacin de igualdad humana. Y cada da se afirma ms tan sana disposicin. Cuando el Secretario de Educacin, preo- cupado por los detalles de la conduct social, pide a