ENRIQUE A. LAGUERRE leza di a San Juan lo que a pocas ciudades. No es tanto lo que el hombre tiene que agregar; vista desde la azotea del Caribe o del Professional Building se da uno cuenta de la extraordinaria belleza. He visto muy pocas ciudades tan naturalmente bellas como San Juan. Todo eso, desde la Plaza de Coln para ac en la ciudad modern, que ofrecera multitud de comodida- des y diversiones. Queda, como extraordinario adita- mento, el viejo San Juan, como un gran parque-museo. El Morro, por ejemplo, sera uno de los ms atracti- vos parques de ciudad alguna. S. el xodo del comercio hacia Santurce est fran- queando el camino hacia la rehabilitacin fsica y la restauracin histrica del viejo San Juan, en sus calls, en sus iglesias, en sus edificios, en su patios, tneles, fortalezas, azoteas, plazas, paseos, murallas. Pocas ciu- dades podran ofrecer tanto en tan poco espacio. Si se le envuelve en una atmsfera de leyenda y poesa -sin separarse de la historia- sera un tesoro cuyo valor no podra predecirse. Y sera una de las pocas veces en que la leyenda y la poesa ayudaran a levan- tar socialmente a las muchedumbres sin oportunidad de Puerto Rico.