ENRIQUE A. LAGUERRE fera de lo legendario, lo heroico y lo dramtico. Temas dems hay, por ejemplo, en los ataques de corsarios y en funcin histrica que San Juan desempei en los siglos 16, 17 y 18. No cabe duda de que ese San Juan llama la atencin a los visitantes del exterior, y llamara ms la atencin si se le sacara partido a la historic y la leyenda que hay detrs de todo eso. A los turistas norteamericanos les encantara saber que Vaciatalega, en Boca Cangrejo, San Gernimo, el Morro y otros lugares estn relacionados con los ata- ques de Cumberland, Abercromby, Henrico. No basta la alusin histrica escueta; hay que sazonarla con el folklore y la leyenda, y hay suficientes motivos para hacerlo. Las figures de Pepe Daz, Amzquita, los can- grejeros, Almeyda y muchas otras figures se prestan para ello. San Po, los restos de Ponce de Len, la iglesia de San Jos, la Garita del Diablo, Casa Blanca y los Garca Troche, la Fortaleza, la celda donde es- tuvieron press Baldorioty y sus compaeros, ofrecen motivos para acrecentar la atencin de los visitantes. Hace falta planeamiento, studio, recomposicin de motivos, dar levadura potica a la atmsfera hist- rica; que no suceda como en tiempos del general Winship cuando se hacan propaganda tursticas sobre la Puer- ta de San Juan y su Paseo a base de romanticismos, y suceda que toda estaba convertido en un mingitorio pblico y algo peor; que no suceda que se retraten lindas chicas que no saben lo que es trabajar con pe- llizas, frente a un carro lleno de pellizas, y luego ven- gan los visitantes a saber que no es as. El turismo no