ENRIQUE A. LAGUERRE trados y de libros. Conviene decir que tanto en Fer- nndez Juncos o Coll y Toste como en la tradicin po- pular, hay sufiente material legendaria como para con- vertir a San Juan en una ciudad de leyenda que atrae- ra muchos visitantes al ao. San Juan, por s sola, hara el milagro sin que se tuviera que apelar a las juga- das de gallo y a otras boberas para atraer visitantes del exterior. Dentro de la antigua ciudad murada de San Juan hay material de sobra para convertir a San Juan en una de las ciudades ms interesantes del mundo. Basta- ra tener conciencia colectiva de nuestra historic, pen- sar en el San Juan divorciado de la Isla durante casi tres siglos y medio, pensar en su Casa Blanca, Iglesia San Jos, La Fortaleza, el Morro... Preciosas leyendas pudiera haber sobre el pirata Al- meyda, sobre cuya prisin hace Manuel Alonso una emocionada evocacin, cuando aquel estuvo encerrado en una de las bvedas del Morro y era gobernador de la Fortaleza don Diego Lamela; sobre el ataque ingls de 1797; sobre la larga funcin military de San Juan y el contrabando de la Isla; sobre las hazaas del za- patero Miguel Henrquez, que se convierte en caballe- ro y corsario y ataca a los ingleses en Vieques; sobre el Ro Grande de Loza, y Vaciatalega, y Torrecillas, y San Gernimo; reconstruir, por medio de un museo, la vida del San Juan amurallado; revivir el Seminario Conciliar y destacar sus servicios en los hechos de los ms distinguidos representantes puertorriqueos del Si- glo XIX; evocar, de manera efectiva, las figures del