LA SEAL INEVITABLE Hace algn tiempo seal, pblicamente, que uno de nuestros mayores males colectivos era la fuga. Mu- cha de la gente avisada de fuera que nos visit se da cuenta de ello en seguida. Me lo han dicho muchos. En algunos casos, el insensato coqueteo con todo lo ex- tranjero podra interpretarse como un deseo de ale- jarnos, aunque fuese temporalmente, de un amor inevi- table que nos hace sufrir, aunque luego padezcamos sentimientos de culpabilidad. Es el amor a Puerto Ri- co, que nos inquieta, pese a nuestras veleidades oca- sionales. Y nos hace sufrir por nuestra pequefez terri- torial, nuestros problems sociales, las normas que la cultural europea se empea en imponernos, vengan a tono o no. He aqu una de las razones de por qu que- remos dar la espalda a nuestra historic de indios y africanos, que con lo europeo nos da una realidad his- trica de importancia trina. Pero esa historic est en nosotros, en nuestra vida y, a la postre, no podemos es- capar de ella. Est en nosotros, en nuestros actos, en nuestra conduct ntima, en nuestra aptitud para la convivencia, aunque protestemos de ella. Vase referencia en UNA VISION DEL PUERTO RICO AC- TUAL, pgina 7.