ENRIQUE A. LAGUERRE del vivir de da en da y muy ajenos a la urgencia so- cial de exaltar, positivamente, la vida de los hombres que se exprimen en la angustia, ms fsica que meta. fsica. Y los libros de texto -an para los pauses que no viven o no deben vivir tales mitos- estn llenos de esas concepciones y los nios se educan en eso para luego encararse con una vida distinta. Los concepts de tipos son extremosos -hadas madri- nas y ogros- y es por eso que luego aplicamos el mis- mo criterio a las gentes con quienes tratamos. Adems, los hroes que se presentan a la niez casi siempre tienen premios de tesoros y palacios y princess y piedras pre- ciosas. Y como si esto fuera poco, se exalta a la prin- cesa que no puede dormir sobre un montn de col- chones porque hay un guisante debajo de ellos, un fla- grante contrasentido ante las pequefias consciencias de los nios, muchos de los cuales habrn de dormir echa- dos sobre la dura tabla. Aquellos poetas son responsables de toda esa mito- loga arbitraria que todava llena los libros de texto en que se educan los nios de todas las gentes. Es un consciente o inconsciente medio de educar en un siste- ma de vida que slo conviene a una exigua minora. Yo prefiero las concepciones poticas infantiles, tal como lo hace Ester Feliciano Mendoza en su libro Ar- coiris. Con elements de la vida real, con aventuras per- fectamente propias de la niez; alienta la vida de un delicioso personaje infantil como Juanito Melcocha y se olvida de esos personajes que antes de educar han