ENRIQUE A. LAGUERRE ticamente cada uno de los pasajeros tena un peridico enfrente de sus ojos. Qu lean? Los titulares, los cr- menes, los muequitos, los anuncios de baratillos. Con preferncia sobre todo lo dems. Hay en Nueva York pe- ridicos de ms de cincuenta pginas y de tiradas fan- tsticas que se componen, en su mayor parte, de anun- cios, a veces hasta ocho o diez pginas corridas de anuncios, sin otra cosa qu leer. Dicen que los norteamericanos no se preocupan de la manera como viven los dems y que han hecho un culto de "Mind your own business". Posiblemente. Lo cierto es que los peridicos han hecho un "business" de los asuntos de los dems, aunque estos sean ntimos. Cuando un amigo mo me dijo una vez que el pue- blo americano -por lo menos, por lo que l vea en los trenes del subway- era un pueblo vido de lectu- ras, le llam la atencin sobre lo que dejo dicho ms arriba, observ l y comprob que era verdad. No en balde algunos peridicos tienen tiradas tan fantsticas. En Puerto Rico tenemos muy pocos peridicos y las ti- radas son pobres, si se tienen en cuenta las cifras de nuestra poblacin. Y no se puede olvidar que, entire nosotros, el tomar prestado algo, aun el peridico, es una muy respectable tradicin. Es concebible que una persona eche la casa por la ventana en una fiesta de rumbo y al otro da made a tomar el perdico pres- tado a la casa vecina. Quin sabe ello se deba a que nos encantan los plazos y que hemos vivido a plazos. El sistema de ventas norteamericano nos vino como anillo al dedo.