ENRIQUE A. LAGUERRE a un pelotero), ganas no nos faltaron de pedir pon (esto cuando llevan al hroe deportivo sobre los hombros). El lector entiende eso. Y sobre todo, todos los miembros de la familiar lo entienden porque han tenido la misma impresin. En Pont Flores hay un constant defensor de la familiar, segn se ha constituido tradicionalmente en Puerto Rico, sin que l lo diga a las claras. Lo mejor de las costumbres familiares se hace present en sus evo- caciones, sus alusiones y referencias, con tanta eficacia afectiva, que no dudo en nign moment, que sus crnicas son un seguro antdoto contra la dispersin familiar. Si algn libro debieran leer nuestros jvenes en las escuelas es este libro de Pont Flores. Ya han ledo mu. chos de estos trabajos en la pgina deportiva de El Mun- do, pero ahora tendrn la oportunidad de detenerse a observer algunas de las caractersticas que he seala- do de paso. Nunca la juventud fu tan bien servida como en estos trabajos. Por fortune, tienen un pblico lector numero- ssimo, predominantemente juvenile, y para mayor for- tuna, quien los describe es de confiar. Esas afectivas y suaves lecciones de humanismo vital, de competencia leal, de respeto y consideracin al adversario, de con- vivencia entusiasta y sentida, dejan seguras huellas en el carcter de los juveniles lectores. Y suavizan las into- lerancias de los viejos intolerantes. En la historic de nuestra literature, pocas veces se ha contado con ms dramatismo conmovedor, un triunfo en derrota como el de los muchachos de ftbol que hace un lustro estuvie-