PULSO DE PUERTO RICO colocan al lector en una disposicin emotional. Y con esas expresiones, el recuento circunstancial y como quien no quiere la cosa de las sencillas costumbres hogare- as que van desapareciendo y de los simples juegos y actitudes nias de pisarle el pie al contrario, de po nerle la pajita en la oreja, etc. No es extrao, pues que unas crnicas que se escriben para estimular sanas ac- titudes en los jvenes sean ledas con afecto por perso- nas adults. A los que ya estamos en el moment de las dos vertientes, como dice Ortega, nos emociona. Y es que Pont Flores, sin proponrselo, nos dice much de unos moments inolvidables de nuestra vida de familiar. Es como si nos atrajera con un dulce grande y moreno, de aquellos que en un tiempo preparaban las abuelas con el azcar tambin moreno. Y como siempre tenemos algo de nios, all vamos. Dice Pont Flores que es un sentimental y s lo es, pero para bien de sus lectores, que son los jvenes desde diez a setenta aos. Es notable virtud la de llevar los sentimientos nobles al deported, de por s tan objetivo y reglamentado. Pont ha llevado al deported lo que no dicen los reglamentos, que a la postre es lo mejor del deported. Hay un element de expresin lingstica en las crnicas de Pont Flores que no debe pasar inadver- tido, sin comentarios. Me refiero a esas expresiones cargadas de sencilla y profunda significacin, que dan a sus comentarios ese vital dramatismo que he venido mencionando. Son estas expresiones: sentarse en el filo del asiento para ver mejor, una ola de aire caliente nos pas por el lado (eso al paso de la multitud que aclama