ENRIQUE A. LAGUERRE En realidad, hay cosas que se han quedado atrs y hay que recogerlas y hacerlas crecer. No somos un la- boratorio de asimilaciones extraas. Pese al silencio, se nota una pugna sorda en la atmsfera; hay ira y celos, como dijo Gordon Lewis. Hay, sobre todo, unas con- tradicciones sintomticas de crisis y transicin. Frente a una desatinada complacencia por todo lo extranjero, se solicitan ms manifestaciones folklricas, un traje na- cional, bailes y canciones nacionales; nuestra prover- bial hospitalidad se va exasperando; privan las revistas extranjeras cuando ms se estudia nuestra historic; se es "americanista" en la Isla y se sale a laborar tcni- camente, a otros pases, a nombre de Puerto Rico; fren- te a un profesionalismo egosta, ponemos de manifiesto nuestras iniciativas en favor del progress social del pas; frente al poco fervor en la ayuda official a las artes, hay un indiscutible hervor creador. Hay, s, un buen caudal de confusion; no es possible que pase inadvertido. Nunca como ahora se ha hablado tanto de la con- veniencia de pensar ms en el hombre occidental que somos que en exaltar conceptss localistas". Pero, a mi juicio, la exaltacin creadora del espritu puertorri- queo no niega nuestra cultural occidental; al contrario, la afirma. Roma, Grecia, Italia, Espaa hicieron la cultural occidental con espritu romano, griego, italiano, espaol. Acaso convenga a los intereses particulares de un espaol a un italiano, en Puerto Rico, el hacer hin- capi en la necesidad de impulsar, en Puerto Rico, esa idea de hombre occidental. Lo ms probable es que,