PULSO DE PUERTO RICO estuve afio y medio. Otra vez se me ofreca la oportu- nidad de darme cuenta cabal de ciertos detalles de nues- tra realidad puertorriquea. El progress material era extraordinario; sin embargo, se haba agravado la si- tuacin de desarraigo, y el silencio, an mas aterrador, ahogaba muchos de los buenos actos de gobierno, cier- tas inquietudes colectivas, ciertas iniciativas individua- les y de grupos, las inquietudes de creacin artstica. Nadie criticaba con reposo ni con justicia. Algunos l- deres influyentes del gobierno se hacan a s mismos una viva propaganda de altavoz. Pero no haba un process de comunicacin real. La propia prensa haba limitado -casi eliminado- esas posibilidades. Algunos intelectuales influyentes proponan un intelectualismo supersticioso, pulcramente fidesta como un dogma, sin mayores conexiones vitales, ms bien un culto esttico y terico que un servicio vital del hombre, para el hombre de care doliente. En mis conversaciones con jvenes intelectuales de nuestra Universidad, notaba yo una peligrosa suficien- cia de conocimientos, una aguda puntillocidad acadmica, sobre todo, en cierta media, un distanciamiento de las realidades del pas y un culto exagerado a un mundo de ficcin. Hablaban de no preocuparles los problem. mas de Puerto Rico por preocuparles los problems del mundo, como si se tuviese que aceptar la mas absolute insensibilidad al ambiente. A m, lo confieso, no me convince este intelectualismo fidesta, prometedor siem- pre de difciles parts ideolgicos, en un pas que no se conoce a s mismo. No comprendo cmo pueden do- lerme los problems y angustias del mundo, indepen-