que ellos habian importado del viejo continent, por mis porfiado que se puso para tentar la care de los misioneros, se di6 por ven- cido en su obstinaci6n. El franciscano y los dominicos, hacienda un acto de heroicidad, pero una heroicidad que no espera recompensas de ninguna espe- cie, tomaron a su cargo una de las labores mis sacrificadas y me- nos recompensadas, como es la de catequizar a salvajes. Todo lo entregaron voluntariamente en favor de aquella campafia y s61o por amor a la humanidad y a la religion; i todo! Si, todo, hasta su .propia vida. I Vico muere en el norte cuando queriendo pacificar a algunos indios sublevados y entrando al poblado l1 solo, sin arma alguna, es atravesado por una flecha que hizo impact en su cuello. Cancer es inmolado por el fanatismo de unos indios revelados cuando solo, con la cruz en la mano, entra en un poblado elevando plegarias a Dios. Y es asi como se escribi6 en la historic de la conquista una pagina blanca; tan blanca como el color de la simb6lica Lycaste Alba, por aquellos buenos hijos de Espafia que, en son de conver- si6n, con el coraz6n en la mano y la santa palabra en la boca, hicieron la mis bella de las obras de aquellos primitives moments. Y es de justicia tambien recorder a la par de este trio de semi- santos los nombres de Pedro de Angulo, Juan Torres, Francisco Parra, Marcos Martinez, Juan Mendoza, Tomis Cardenas, Rodri- go de Ladrada y decenas mis que con iguales sacrificios llevaron a cabo igual labor. 5-Albores de la ciencia prdctica Nuestra primitive universidad, calcada en los moldes que la vieja Europa habia dado, no podia ir muy adelante en el desarrollo de la ciencia experimental y prictica. Habia que conformarse con su existencia que ya era much. Pero a pesar del ambiente escolis- tico que trajinaba por estas arcadas y se expandia en estas aulas, algunos espiritus innovadores asomaroir su figure por las citedras, para dejar oir su voz de advance y de transformaci6n. De esa clase de hombres son los tres que vamos a presentar en forma ripida: Jose Liendo y Goicoechea, Jose Felipe Flores y Narciso Esparrago- sa y Gallardo. La alba figure del primero se pasea en el claustro de este edi- ficio; el segundo inicia su vida cultural bajo este techo, mas el traslado de la ciudad capital al valle de la Ermita, le obliga a l1evar su persona a aquel lugar; el tercero aparece, se desarrolla y se opa- 162