Pasa a Espafia donde al fin encuentra a un poderoso que se
apiada de el: Luis de la Cerda, Duque de Medinacelli. Este amigo
de Christ6phoro lo recomienda a la Corte de los Reyes Cat6licos.
 -Pero nosotros. que sabemos de esas cosas? deben haber-
se dicho los soberanos augustos. Entonces recomiendan el proyec-
to a quien algo sabe de todo esto; precisamente, hay que former
una junta de doctors para que examine la cuesti6n. Y van los doc-
tos a reunirse a Salamanca, famosa por cierto esta localidad por
tantos sabios formados en su universidad. Ni la Junta de Salaman-
ca, ni Fernando el cat6lico le dan much importancia al caso. La
Junta no confia, y si confia la envidia trabaja profundamente en
forma sorda. I Y el monarca, pues ? i Ah!. el monarca. Como buen
cat6lico que era, ya que su sobrenombre lo retrata de frente y per-
fil, estaba mis empefiado en hacer salir a los moros del territorio
natal, y todo esfuerzo desde luego lo sumaba a su empefio, que de
todos modos era meritorio y justificado.
 Christ6phoro lleg6se a las orillas del Canal de la Mancha. Lan-
z6 su mirada al otro lado y record, que alli estaba el Soberano de
los ingleses, Enrique VII. Bien valia la pena su proyecto y su idea,
lanzarse a cruzar el angosto canal para ir a ver al soberano de Al-
bi6n y proponerle la empresa. Nada costaba, y sobre todo los ingle-
ses por ser marines, tal vez se interesarian con el proyecto del viaje.
 Embarc6se, pues, el future almirante espafiol, con destiny a
Londres. Pero el mismo resultado; no hubo oidos para la disparata-
da empresa del espafiol como se le l1amaba a su idea.
 Regres6 al continent y toc6 en Francia a las puertas del pala-
cio de Carlos VII. Aquillas ni siquiera se abrieron.
 Otra vez gestiona en Espafia con infructuosos resultados. Pero
la constancia del hombre no desmaya.
 Hubo hambre, miseria, necesidad, pero Christ6phoro Columbus
proseguia en su peregrinaci6n, en aquella peregrinaci6n en la cual
estaba ofreciendo una gloria eterna y una virgen. Esta vez se reuni6
una nueva junta en Santa Fe, pero los resultados fueron los mismos
que en Salamanca.
 Col6n tenia hambre, pero por l1 no importaba; quien le preocu-
paba era su hijo. En medio de su aflicci6n y de su angustia, ain no
habia perdido las esperanzas de llevar a cabo su genial empresa.
 Pero el hambre se cernia sobre el padre y el hijo. Ya no habia
d6nde acudir, pues tanto habia molestado que temia ser desprecia-
do por los conocidos. Dentro de su, aflicci6n. record que alli en el
convento de la Ribida habia un prior llamado Juan Pirez que ya lo