estan muertas las voces del placido concerto que en noches argentadas aquel jardin oy6. La Iluvia riega alli las flores sin perfume que crecen con las zarzas que el tiempo no hollard, el agua del silencio sin ruido se consume en torno de la muerte que alli velando estA. La tierra seca y dura que nutre esas espinas nutri6 un vergel de petalos de esplendido color, que dieron sus perfumes a bocas femeninas cuando alguien les hablaba de dichas y de amor. Por esas callejuelas regadas con arena las horas de la dicha de alegre pie veloz pasaron con sus trajes olientes a verbena, alzaron los cristales vibrantes de su voz. Con silabas de esencias las ramas florecidas cantaron temblorosas un cAntico triunfal, al paso de esas almas, al paso de esas vidas que ya jams se asoman a aquel destruido umbral. Murieronse los petalos, las almas de las rosas, los himnos y los vuelos del ave del amor, tan s61o se ban quedado las sombras angustiosas durmiendo en el sepulcro su suefio embriagador. Ternezas, juramentos, promesas y pesares nacidos a la luz de lo eterno y lo inmortal