EN EL DESIERTO Con las sienes apoyadas en sus manos de alabastro pensativo el hombre mira la extension del hori- zonte. Por el aire va flotando, con la suave luz de un astro, la mirada luminosa de la tarde sobre el monte. Soledad de rubia arena con silencios de desierto, nada mis ante sus ojos, nada mas ante su mente de severe anacoreta, en su joven vida muerto para el mundo de ilusiones que seduce, encanta y 'miente. Cuando el vuelo de la noche temblorosa de misterio se agit6 sobre las dunas, aquel hombre pensativo escuch6 un rumor de oleajes en las costas de algo etereo un mugir de grandes monstruos, un rugir de mar cautivo.