184 CUENITOS Y NARBACIONEB propio traje de desposada y sus flores de azahar, y ya casi moribunda. iHabia sido tan intense su alegria! La sent sobre sus rodillas; y la desabro- ch6 con lentas precauciones. Ella jadeaba suavemente. Sus labios pa- lidos se entreabrian sobre los pequeflos dien- tes. Con los brazos d6biles enlazados al cuello de Jacobo, y la mirada en 6xtasis, per- maneci6 algidn tiempo como abstraida. Al sentir junto A si aquel cuerpecito tan ligero, tan flexible, de tan escasa material; aquel cuerpo que ni afin habia tenido tiempo de pecar, y cuya forma tan pura iba A desva- necerse pronto como una visi6n, Jacobo se sinti6 presa de un enternecimiento infinito. Despu6s le pareci6 que era csu pequefla hija, la que 61 tenfa sobre su coraz6n. No se atrevi6 ni ain i besar sus labios. Y cuando la hubo puesto la larga camisa, toda guarnecida de encajes y de cintas pali- das, la coloc6 en el lecho como quien acuesta una nifla. Pas6 la noche sentado junto A ella, teniendo entire sus manos una de las suyas. Siguieron asf por espacio de una semana. El octavo dia, una hora antes de morir, Luz dijo al oido de Jacobo: Amado mfo, creo que me ir6 pronto... Pero no soy enteramente desgraciada... S4 que te acordaras de mf siempre, siempre... Y gracias A ti yo habr6 podido conocer, como