CUENTOS Y NARRACIONES mi esposa. Soy hombre de raz6n, y sabien- do que me habias de dejar, picarilla, ic6m9 habia de ser possible que yo fuese al encuentro de tan gran dolor? Viviris, porque te amo. Luz encontr6 este razonamiento muy sencillo. Fisicamente Jacobo era lo que se llama un hombre bien conservado, y -- en sus horas alegres solia tener ain el aspect de joven. Durante un mes, todas las mafnanas le llevaba flores 6 su prometida. Sostenia con ella grandes conferencias amorosas. Luz, radiante de alegria, formaba proyectos. Ja- cobo acostumbraba contradecirla algunas ve- ces y hasta reganarla un poco, nada mas que lo precise para probar que no la consideraba como una enferma condenada A morir. Se dispuso la cimara nupcial. Jacobo hizo tapizar los muros con seda malva-rosa, cubierta de blancas muselinas de la India. Finas guirnaldas de jacintos artificiales sostenian las colgaduras al rededor * de las ventanas y de los espejos semivelados, y manterifan alzadas, para que circulase el aire, las cortinas del gracioso lecho, no muy ancho, casi un lecho de seforita. Y todo el gabinete, semejante A un altar de corpus, era de una frescura y de una delicadeza de tonos tan singularmente frAgil, que se comprendfa que habia sido preparado para poco tiempo. Alli fu4 donde, despu4s de la ceremonia, el novio condujo A Luz, mis blanca que su