CUENTOS Y NARRACIONES y peluda cola, unas muy negras, afiladas y relucientes, y una pajuela de azufre encen- dida en la mano derecha. Ante aquel espantoso hu4sped, que se fu6 derecho a la caja del cadaver haciendo ademan de cogerle con las ufias, todos los concurrentes huyeron despavoridos, alarman- do con sus gritos a toda la vecindad. S61o Pepin 1pgr6 dominarse pronto en medio de aquella horrible confusion. Ya fuese por virtud del valor propio, ya por la solemnidad dolorosa que le aturdia 6 por ve- neraci6n y respeto al cadaver de su padre, el chico no huy6 de alli como los demas. Al principio se sobresalt6, como era natural; despues corri6 instintivamente hacia el cuar- to contiguo, tom6 de alli la escopeta que Pe- p6n tenfa siempre cargada y a mano, volvi6 a la sala, dispar6 sobre aquella diab61ica figure que rugia y daba vueltas alrededor del cadi- ver, y corri6 luego hacia la alcoba, donde hall a la triste viuda casi privada de cono- Scimiento. La detonaci6n volvi6 a causar alarma entire los vecinos, que ya se iban acercando otra vez a la casa, aunque con gran cautela, vivamente aguijoneados por la curiosidad. Venci6 por fin esta uiltima, y cuando los aldeanos mas animosos Ilegaron a la puerta de la sala mortuoria, vieron al diablo tendido en el suelo, con los cuernos rotos, varias