1a CUENTOS Y NARBACIONES La inquina del cura creci6 de punto al advertir, por la baja de los piadosos donati- vos, el efecto que iban produciendo entire sus feligreses las propaganda del exmilitar. Y volvieron los sermones transparentes, las amenazas mal encubiertas, y, sobre todo, el encargo especialisimo de que nadie tuviera tratos ni conversaciones con Pep6n, que era un impi6, un empecatado, un reprobo que no podia parar en bien. Entre Pep6n y los indianos ( decia el cura con frecuencia en sus conversaciones y lo daba a entender en sus platicas ) me tienen perturbada la parroquia, que sin ellos seria una malva, un modelo de religiosidad. Siquiera los indianos se vuelven para la Habana 6 Buenos Aires despues que se can- san de bailar y correr a caballo; y con un par de sermones calientes, una visit d cada casa 6 una confesi6n general, neutralize los malos efectos de su charla, mas imprudente que intencionada; pero Pep6n se queda siem- pre ahi, dale que dale, descomponiendo por un lado lo que yo compongo por el otro, y es el cuento de nunca acabar. Lo que es 6ste no ha de parar en.bien, y milagro seri que no se le lleve el diablo en cuerpo y alma." Jesds, ave Maria purisima! decian los oyentes santigudndose y hacienda gran- des demostraciones de terror. De este modo pasaron muchos afios. El cura se fu6 hacienda viejo y avaro, seg6n