CUENTOS Y IARRACIONES iCllate, condenada, que ya me voy! - grufi6 adentro una voz temblorosa, que oyeron claramente el alguacil y los dos soldados puestos en acecho. Pocos instantes despu6s abri6se la puer- ta, apareciendo Rastrillo en el umbral, visi- blemente conmovido. -- Alto a la justicia !-exclam6 el al- guacil aproximandose. Rastrillo no hizo demostraci6n alguna de resistencia, y se dej6 conducir sin dificultad hasta la entrada del foso. Alli se detuvo un instant, y mir6 como espantado hacia el interior. Despues sigui6 andando como un aut6mata, hasta hallarse en presencia del juez. A la vista del cadaver se inmut6 nota- blemente, y declar6 su delito, si bien alegan- do que habia procedido sin premeditaci6n y en defense propia. Fu4 condenado a cadena perpdtua, en uno de los presidios espafoles de Africa. * La gallina no volvi6 a aparecer ni & ser oida por ninguna parte, y el pozo qued6 alli por muchos afos, como testigo mudo de aquel crime, en tanto que grababa su relate en la memorial del pueblo la Musa legendaria de la tradici6n.