112 CUENTOS Y NARRACIONES que s61o me faltaban cuatro meses para cum- plir (cuando la verdad era que me faltaban cuatro anios) y afladi otra porci6n de tonte- rias que no hay para :qu4 recorder. Llegaba yo A lo mas apasionado y pat6- tico de mi discurso, cuando of clara y distin- tamente el sonido de una campana, iEra la del castillo, que anunciaba la hora de mi re- levo! Me qued ufi instant como alelado y confuso, y sali despues, sin despedirme, si- guiendo apresuradamente el camino en direc- ci6n 4 la garita. Cuando llegu4 como a cien pasos de distancia de ella, ya el cabo y el compafiero que habia de sustituirme andaban con linternas encendidas buscdndome por aquellos alrededores. El tiempo se me habia pasado sin sentir, y yo habia incurrido en la mas tremenda de las responsabilidades. .La Ordenanza Militar> dispone que sea pasado por las armas todo centinela que abandon su puesto. La pena es rigurosa y excesiva, particu- larmente en tiempo de paz y con las circuns- tancias atenuantes de la hora, el tiempo, el lugar y hasta la oleada importuna que me humedeci6 los chismes de sacar fuego. .iMal- dito cigarro.. ..! Pero Ja .OQrdenanza> me sefalaba ya como reo de muterte, y en aquel tiempo. se aplicaba esta pena (sobre todo a los soldados)