CUENTOS Y NARRACIONES 111 Maldije el servicio y la guardia que me impedfan permanecer en aquel sitio; pero era necesario volver y volvi.... Digo, llegud con her6ica resoluci6n hasta la puerta de la tienda, y bien sabe Dios que hubiera seguido hasta la garita, a no ser por un fuerte aguacero que caia en aquel instan- te, sonando como una granizada sobre el te- cho de yaguas del ventorrillo. Bendije en mi interior el agua que venfa tan oportunamente a proporcionarme algunos minutes mas de pla- cer. Porque entonces mas que nunca se me ocurri6 pensar en lo peligroso que seria ex- ponerme, acalorado como estaba, a los rigo- res de un aguacero; Por otra parte, segiin mis calculos, serfa poco mrs de las doce; te- nfa tiempo de sobra para volver la garita, y no habfa cuidado de que d tal hora y con aquel tiempo se asomase por alli ninguno de los jefes de la guardia. Haci4ndome estas consoladoras reflexio- aes, llegu6 de nuevo hasta la sala de baile, situandome resueltamente al lado de la en- cantadora triguena. La dispar6 algunos re- quiebros a quemarropa, y ella correspondi6 llamindome atrevido, sangrigordo y no s4 cuantas cosas mis, pero sin mostrarse enfa- dada ni dar sefales de menosprecio ni esqui- vez. Entonces le habl6 con mis formalidad y respeto, me esforce en describir todas sus gracias, dije que estaba muerto por ella y