lia CURETOS Y NARnAC1OOIqt garita. Todas las sombras de la noche pa- recfan haberse amontonado sobre aquel lu- gar. La obligaci6n me llamaba sin embar- go, y era precise volver al abandonado puesto. Me asom4 a una de las puertas que da- ban A la sala del baile, para satisfacer mi cu- riosidad de mozo antes de irme. Yo no s6 si el estado de mi espiritu, la excitaci6n del aguardiente 6 la fuerza del contrast entire la negra soledad de la garita y el bullicioso cuadro que se presentaba ante mis ojos, 6 quizds todas estas circunstancias juntas, ejercieron en mis sentidos tan agra- dable fascinaci6n. Lo cierto es que me sent como transportado a un mundo ideal, & un paraiso de deleites. iQu4 chicas, Dios poderoso....! (Y al decir esto el nartador juntaba las manos, animibase visiblemente su fisonomfa, y sus ojos brillaban por instantes, como en- cendidos por una chispa de galvanizada con- cupiscencia ) Habia entire todas una del color de las gitanillas de mi tierra porque aquf donde usted me ve soy de Triana habia digo, una trigueflita de ojos de fuego que era toa sal, couOse dice en Andalucia. iAquel euerpo, y aquel air6, y aquel.... qu4 se yo! Perd&- ne' usted que me detenga en detalles pueriles, que no vienei al- case, peit~ que Ao he podide nAnc* olidar,