CUENTOS Y NARRACIONES Choc6me desde luego el singular con- traste que ofrecian la tranquilidad un tanto desdefiosa del viejecito, con la inquietud, la emoci6n y hasta el espanto que se revelaba en las fisonomias y las actitudes de los demds oyentes. Algunas palabras que le of pro- nunciar despues a manera de comentario a cierto pasaje del cuento, y la opinion que expuso al final sobre la reserve con que de- bian acogerse ciertas narraciones, exageradas por la supersticiosa fantasia del pueblo, me afirmaron en la sospecha de que aquel ancia- no sabia algo mas de lo dicho respect de los sucesos misteriosos de la garita del diablo. No tard6 much tiempo en hallar una ocasi6n oportuna para interrogarle sobre este punto, y despues de algunas reserves y pre- cauciones que crey6 indispensables para su seguridad individual, se expres6 del modo siguiente : IV Servia yo, hace mis de cuarenta afios, en el Batall6n Fijo, de tropa veteran, acuar- telado en el Castillo de San Crist6bal, y habia hecho ya varias veces el servicio de centinela nocturno en la que nosotros llamd- bamos entonces < garita del mar No era muy apetecible que digamos el pasar dos largas horas en aquel triste sitio envuelto en las tinieblas de la noche, rodeado de escanda- losos marullos y combatido sin cesar por