CUENTOS Y NARRACIONES A un extrafio, cuando mis como a un simple mayordomo, en aquella hacienda que l1 que- ria tanto, que le atraia y le sujetaba como si en ella hubiese echado races; dejarle como a un cualquiera ante aquella magnifica dota- ci6n de esclavos que-en parte i lo menos- habia fomentado 41, y era, por consiguiente, obra suya. Y era verdad que don Segundo,sentia co- mo una especie de traditional apego hacia gran parte de la negrada de la hacienda. A tal negrito lo habia comprado 1l personal- mente, por un pedazo de franela roja, various pedazos de espejo, y un collar de canu- tillos y cuentas de relumbr6n; tal negra ma- dre Iloraba alli en la arena de la costa, en frente del barco, y el, don Segundo, la habia dado caza con el auxilio de un grumete muy listo y un par de perros; tal otra se habia lanzado al agua despuds del embarque, y 61 solo habia conseguido pescarla y volverla al Ibote, aturdidndola con un golpe de remo.... Y asi muchos mas, cuya adquisici6n 6 capture atestiguaba ante los ojos de don Segundo otras tantas hazafias de su habilidad y forta- leza, habian concluido por inspirarle un afecto particular, indefinible, en el que habfa tal vez algo de carifo 6 simpatia, torpemente mezclado con interns de dueno y orgullo de cazador. -Bien estd que todo esto sea de Amalia, porque al fin es hija de mi hermano, y es