CUENTOS Y NARRACIONES raz6n subi6 A sus labios,> y generaliz6 en frases de alto elogio el sentimiento que le inspiraba su propia madre. Llegaron los primeros aplausos a su oido como oleadas de simpatia y de aliento, que serenaban su ini- ma y estimulaban su inspiraci6n.... Enton- ces vi6 por primera vez d la muchacha de ojos negros. Estaba en la tercera fila de oyentes; le miraba con gran atenci6n, y sus manos pdlidas y finas se movian batiendo sin cesar, como dos blancas alas de paloma.... Hablaba 61 entonces del amor abnegado y sublime, del puro amor maternal. .Qui6n era ella? Mito no la habia visto hasta entonces, ni pudo mirarla bien siquiera en aquella ocasi6n. Cuando acab6 de hablar mir6 tras de si el azorado estudiante, vi6 que estaba abierta entonces la puertecilla que le habian cerrado al entrar, y por ella se esca- p6 dando tumbos, mientras resonaban en la sala los aplausos y las aclamaciones. Trans- currieron algunos meses sin que hubiera vuelto 6, ver 6 la muchacha, hasta que un dia, al pasar por frente 6 una pequena-casa de la Meseta, distingui6 6 su p6lida, all.eire el interior, con la vista fija y el semblante inclinado sobre una miquina de coser. Mito reconoci6 al instant el perfil de aquellas dul- ces facciones, y desde aquel dia pasaba dos 6.tres veces por.l ,cera de la pequefla casa,, y miraba atentamente hacia el interior: Sus, amigos y comapareros del Instituto no acer-