CUENTOS Y NARRACIONES postrada, ojerosa, jadeante; no queria tomar alimento, y lloraba sin cesar. La madre, an- te el dolor y el trdgico arrebato de la hija, ya no la acriminaba, sino que la compadecia, y echaba sobre Mendoza todo el peso de su indignaci6n. Oy4ndola se enter Tribilin de que el sargento era el causante de tanto dis- gusto y desesperaci6n, y pregunt6 con impe- rio, tratando de averiguar lo que habia ocurrido. Ni la madre ni la hermana le dieron ex- plicaciones, por mds que insisti6; pero la malicia por una parte y la imaginaci6n por otra fueron ayudando al muchacho a former hip6tesis algo aventuradas y confusas acerca del agravio en cuesti6n. Comprendia que el caso era peliagudo, y al oir que su madre se lamentaba de no ser hombre para habdrselas con Mendoza, lleg6 a persuadirse de que alli estaba haciendo falta un vengador. Pas6 entonces un pensamiento sombrio gor la mente de Tribilin. Aprovech6 un mo- mento en que la madre habia salido de la b6- veda, interrog6 a su hermana con habilidad y energia, y obtuvo de ella, entire ocultacio- nes y rodeos, la declaraci6n de que Mendoza la habia hecho sufrir hasta el punto de pro- vocar en ella el deseo de la muerte. Poco despu4s salia de la b6veda el muchacho con la frente nublada por una fiera expresi6n, bastante rara en aquel semblante picaresco