APENDICE por el Gobierno con el Pueblo, en el acto de sustituir un valor imaginario a la unidad monetaria real y verdadera que sirve de trmino de comparacin al trabajo y las fatigas del hombre. Una emisin inmensa cuanto innecesaria y de que jams se di cuenta al Congreso: el cambio de esos valores nominales por el oro, han dado las sumas de dinero con que el Erario pblico ha podido ostentarse en aparente estado de prosperidad; pero amon- tonada esa riqueza en las arcas pbicas, a guisa de rentas debidas a un movimiento mercantil muy animado y a sabias economas, no manifiesta a los ojos del politico ms que un despojo hecho al Pueblo, que no puede justificarse; porque se prueba que se le exi- gi much ms de lo necesario para los gastos indispensables. Otra media extraordinaria vino a servir de auxiliar a la Administracin anterior, para aumentar el depsito del caudal pblico; sta fu el aumento de los derechos de importacin al duplo de su valor, en virtud de un Decreto del Poder Ejecutivo, basado en las facultades extraordinarias que le confiri el Con- greso; sin reflexionar, Seor, que el Tribunado tiene por el artcu- lo 56 de la Constitucin, en su primera atribucin la "iniciativa exclusive" de las leyes de impuestos en general; y que no pudien- do el Congreso por s mismo imponer contribuciones al Pueblo, much menos poda hacerlo su supuesto delegado el ex-Presidente; "porque nadie puede trasmitir ni dar a otro lo que no tiene en s mismo". Es muy cierto que el depsito de municiones y pertrechos se aument profusamente, y que la Repblica se halla de tal modo abastecida, que podra sostener una guerra de muchos aos. Mas es cierto tambin que esos depsitos inmensos se hallan slo en la Capital, mientras que en los, cantones de Las Matas, Guayubn, Monte Cristi, en Puerto de Plata y Saman se notaba un abando- no tan lastimoso, que puede atribuirse a efecto providencial la cir- cunstancia feliz de haber escapado a los tristes resultados de una sorpresa. Esos lugares, Seor Presidente, son los teatros necesarios de los primeros encuentros, casi siempre decisivos; si confiados en la abundancia de municiones y pertrechos, y en los filantrpicos ofi- cios de la mediacin, no vigilamos da y noche nuestras fronteras, de qu servira todo ese aparato blico despus de un descalabro, y como destruira la justicia de las Potencias mediadoras un hecho tan denigrante como fecundo en resultados funestos? El Congress se congratula al ver que a penas hubo Vd. pres- tado el, juramento constitutional, cuando ya los buques de guerra cruzaban en todas direcciones los mares de la Repblica, llevando a los Cantones y Provincias, a las plazas fuertes y Comunes, a las