LA ORATORIA EN CUBA ponia el poema 6pico que las balas enemigas escribieron en el bronce de su cuerpo i Quien obtuvo victorias mayors con menos recursos? f Quin pudo sin tropas de refresco, sin apro- visionamientos, sin municiones las mis de las veces, empeiiar aquellos fabulosos combates de uno contra ciento y sembrar el asombro, cuando no el pinico, en aquellas tropas espafiolas he- hederas legitimas de los tercios y poseidas del temple victorioso de Bail6nf En qun rio de la Isla, desde el Canto majestuoso al pintoresco Almendares no bebi6 su caballof iQun dilatada sabana no salpic6 la albura de su ropaje con el rojo de la san- gre espafiola en sus famosas cargas de caballeria I En qu6 cispide de nuestras montaiias no clav6 el pabell6n de la estre- Ila solitariaT & Qub poblaci6n de nuestra Isla no oy6, mis cerca o mas lejos el estampido de sus fusilest t'Cunl de nues- tros palmares no sirvi6 de asidero a su hamaca? iy qun bript no bati6 los pliegues de nuestra bandera en las ferreas manos de sus soldados? Os decia ha poco que el m6todo descriptive y cronol6gico no cuadra a la naturaleza de este acto; pero la vida de Maceo es tan pr6diga en hechos relevantes, que forzoso es parar mientes en algunos de ellos, aquellos que permitan deducir rasgos de su caricter y sirvan para dar la media de la talla moral del Caudillo, extreme 6ste en el cual habremos de detenernos con marcada complacencia, porque si la personalidad guerrera de Maceo, como valiente, audaz y hibil miltiar, es de piblico co- nocida, las dotes de su caricter y su concept de los problems politicos pasan desapercibidos para la generalidad de los cn- banos. La guerra del sesenta y ocho tocaba a su fin, iniciadas ya las disenciones que le dieron muerte, cuando libra Maceo la deedi- chada acci6n de los Mangos de Mejia, cerca de Barajagna, que voy a referiros. El Caudillo, al frente de sus fuerzas diema- das por la larga y cruenta campafia, cae en la celada de una emboscada enemiga. Sin tiempo para nada, espolea Maceo so caballo "Concha" y se confunde con sus enemigos. De pronto la tropa absorta ve al jinete saltar sobre la emboseada y em- prende veloz carrera como si hnyera de la refriega. Sus solda- dos lo contemplan at6nitos y de improvise el jinete tambalea y cae. Aeude la tropa y un cnadro de desolaci6n y espanto los abruma: el General, manando sangre por la boca, la nariz y los oidos, estA exanime con todas las apariencias de la muer-