LA ORATORIA EN CUBA ra hacer la guerra en estos tiempos-no me refiero a epocas que ya van siendo viejas en la Hisforia-ha habido necesidad de acudir al servirio military obligatorio. En el Canada, uno de los grandes pueblos del Imperio Bri- tfnico, se comenz6 en esta guerra a former un ejereito con vo- luntarios; pero se vi6 pronto que habia necesidad de acudir al servicio military obligatorio. Sir Wilfrid Laurier, jefe de los libdrales, que por tantos afios gobern6 aquel pais, se opuso en cierta forma al servicio military obligatorio, y Sir Robert L. Bor- den, el jefe de los conservadores, acept6 la lucha y lo derro- t6 con el apoyo de muchos liberals prominentes, y ya esta- blecido aquel. En algunas provincias, como la de Quebec, donde ya esti muy mezelada la antigua poblaci6n francesa con la inglesa, se negaron a servir. Se provocaron motines sangrientos y hasta se di6 fuego a establecimientos y edificios en la ciudad de Quebec; pero despubs los autores de estos des- manes han comprendido que estaban equivocados y ban ido al servicio. Y Australia ha estableeido tambien el servicio military obligatorio, y si no lo ban podido llevar a cabo afin en Irlanda, es porque la situaci6n alli es completamente distinta a la de los otros paises en que ya existe. Yo he visto siempre con pena que algunos peri6dicos y algunas personas, en estos filtimos meses, han sacado el ejemplo de Irlanda para hablar en contra del servicio military obligatorio... Seilor Maza y Artola: No he hablado yo, por eso, de Ir- landa. Sef~or Torriente: No me refiero al senior Maza y Artola; estoy hablando de los que fuera del Congreso han combatido el servicio military. Si me hubiera referido al sefor Maza y Artola, lo hubiera nombrado. He oido muy bien su discurso. Es indudable que el caso de Irlanda es completamente distinto al de los otros paises, y mis ain al del nuestro. En nuestras guerras de independencia, en sus 6pocas mis brillantes, en lo que pudieramos llamar tiempos felices de los revolucionarios, de todas parties acudian hombres dispues- tos a alistarse para luchar. Las classes mejor educadas y mis aeomodadas de nuestra poblaci6n acudieron a dar su vida, a sacrificarse. No hay que hablar de lo que ocurri6 en la Revoluci6n de Yara: con sus personas y con sus bienes con- tribuyeron los mejores hombres de aquella 6poca, y con sus personas y con sus bienes, tambien ofrendaron a la patria