EVOLUCI6N DE LA CULTURE CUBANA pales que evidenciaron la pujanza de la Revoluci6n y demostra- r n a Espafia que su poder agonizaba en Ame'rica... Luego, en uni6n del famoso MAximo G6mez, acometi6 Ma- ceo la empresa colosal de la Invasi6n: la fabulosa march que empez6 en las dilatadas sabanas de BaraguA y termin6 en las remotas costas de San Antonio. Tarea irrealizable se- ria para mi seguir y narrar la gloriosa epopeya de aquella ca- balgata fantastica que cruz6 la Isla enter bajo una lluvia de balas, envuelta en la humareda del combat, alumbrada su ruta por el intense resplandor de los cafiaverales ineen- diados, terminando un combat para empezar otro, avan- zn.do siempre, siempre llevando como credo el firme dile- ma de Independeneia o muerte!, y como emblema, la ban- dera tricolor. Y frente a la legi6n libertadora, las huestes de la tirania, movi6ndose maquinalmente de uno a otro lado, atontadas e irresolutas: burladas en El Lavado, vencidas en Coliseo, aniquiladas en Mal Tiempo; reducidas a sus fortale- zas o corriendo vertiginosamente en largos trends militares, 2uyas locomotoras, con la voz estridente de sus silbatos, des- fopaban la horrible desaz6n de la derrota. La campafia de Pinar del Rio, la mis ruda, la mis glo- riosa de las sostenidas por Maceo, es digna de los grandes ca- r'tanes de la antigiiedad. En ella derroch6 el caudillo cuba- no el inmenso caudal de su numen guerrero; en ella demos- tr6 la divina ductilidad de su talent. Y lo vimos prudent y discreto en Paso Real, astuto en Cabafias, estrat6gico en Tumbas de Estorino, reflexive en Caearajicara, resuelto y atrmvido en el Rubi, arrollador e impetuoso en Ceja del Ne- gro... pero siempre grande, siempre magnifico, siempre en el complete dominio de sus facultades extraordinarias! Y legamos al triste epilogo de su larga y sobrehumana labor guerrera. Diriase que la veleidosa suerte, celosa de su gloria, quiso poner un dique a sus triunfos ruidosos. Y en Punta Brava, en una escaramuza indigna de su grandeza y de su genio, se desplom6 de su corcel de guerra. Cay6 con la m: jestad del roble azotado por el vendaval. Su muerte pro- d-ajo inmenso panico en todas parties, porque ihasta sus ene- raipos se alarmaron! Se crey6 que la Revoluei6n se moriria con 61, tal vez porque fuera quien la encarnara con mejores titulos. Mas la reacci6n surgi6 potente y avasalladora, y