200 EVOLUCI6N DE LA CULTURAL CUBANA proyecto, cualquiera que sea su resultado, cualquiera que sea su suerte, le he clavado un pufal envenenado a la Repfiblica. Si esta frase yo no se la hubiera oido ya dos veces a un conocido personaje que estuvo divorciado del Gobierno, y que hoy convive en gran intimidad con Bl, a cambio de un acta de Senador, cuya candidatura le ha conseguido, creeria que ha- bia sido hecha especialmente para mi y para este caso; pero habinndose aplicado semejante metifora a otras situaciones cuya analogia con 6sta en vano se buscaria, c6mo es possible darle algin valor? Todo ello revela, sin embargo, cierto estado de Animo en las altas esferas oficiales contra ese proyecto y especialmente contra mi, agresivo hasta lo sumo. Cuando lo concebi estimabalo convenient para salvar a la Republica de los peligros a que la expone ese obeecado em- pefio reeleccionista de los hombres del Gobierno; pero despues de estas campafias, que, sin duda para nadie, ellos dirigen, tan poco mesuradas, tan descompuestas, tan rencorosas, tan agrias, tan llenas de odios y otras bajas pasiones, creo que el mayor servicio que le he prestado y podr6 prestarle en lo sucesivo a nuestro patria es haber presentado este proyecto y defender- lo con calor, porque esos peligros que veia en lontananza, que creia que se cernian sobre el pais, son ahora ciertos y segu- ros, ya que de otra manera tales actitudes no las habrian to- mado los que se muestran tan airados por mi iniciativa. Confieso, sefiores Senadores, que desde que vi asomar el fantasma de la reelecci6n presidential, otra vez, en nuestra political, no duermo tranquilo. Aquellos dias nebulosos, car- gados de electricidad, por los cuales hube de pasar cuando era Representante de la Naci6n, senti reproducirlos en la imagi- naci6n con todos los detalles, con todos los perfiles, con toda la viveza de la realidad de entonces. Constituyeron un process que sigui6 mi alma acongojada desde su genesis hasta su fatal desenlace y del que nada se me escap6, como que en 61 fui parte, aunque secundaria, y la pe- nosa impresi6n que me ha dejado es tal que me impide resig- narme a ver sin alarm y sin tomar precauciones, levantarse en el horizonte de Cuba la nube negra, precursor de analoga tempestad. Por eso, desde su pristine vislumbre me aprest6 a comba- tirla, y como el campo de la primer batalla tenia que ser el