LA ORATORIA EN CUBA "sible, aunque no es una gloria ni merece aplauso, ni es un mB- "rito social, es al fin un instinto, un deseo plausible en el anhe- "lo de cada cual; pero imponerle a una sociedad, a un pueblo el "juego con la promesa o aliciente de que ganari, sabiendo por "lo que demuestran los niimeros que uno o dos de cada diez "mil saldran con mis y los restantes perdiendo todo lo que pu- "sieron, y que tienen que seguir aportando dinero de su trabajo "para sostener la banca o empresa de juego sin tregua alguna, "o es una maldad personal o acusa poca fuerza mental, ya que "todo muestra que debe propagarse y debe defenders lo con- "trario." Y afade el sefor Miranda en otra de las piginas de su traba- jo: "Si el premio mayor es siquiera de $50,000, habri otro de 25,000, dos de a $12,000, que ya vienen a hacer unos 100,000; un par de a 10,000, unos cuatro o cinco de 5,000, algunos de a mil y various de a 500. Y hay que parar pues ya casi suben a mfs de 200,000 pesos, para que los compare el pueblo cada diez dias. Si se pone el premio mayor de 100,000, tendri que em- plear el buen pueblo trabajador cubano $400,000, cerca de me- dio mill6n de pesos cada diez dias. En vez de ievarse el Go- bierno 60,000 pesos cada sorteo, se llevarA 120,000. Y serin 400,000 pesos los que guardarh el Tesoro cada 33 dias, que es el plazo puesto a toda cantidad que se juega para desaparecer en el Erario, segin los terminos de la Ley de Loteria propuesta." He hecho estas citas, sefiores, con el s6lo prop6sito de demos- trar que no todos los elements del pueblo son partidarios de esa clase de juego; pero aunque lo fuesen, debemos reconocer que tenemos, los que nos congregamos en este recinto, una misi6n mis alta que cumplir. Yo, al menos, no me eneuentro con autoridad bastante pa- ra hacer nada aqui, sabiendo que es contrario o perjudicial a los intereses de la colectividad, aunque pueda ser, en moments de extravio, la aspiraci6n de las masas populares. Creo que es mi deber, en estos easos, ir de poblaci6n en poblaci6n, de tri- buna en tribune, hasta de hogar en hogar, demostrando a esos mismos elements su error; ensefiandolos que anhelan algo que es perjudicial; algo que a todos nos seduce, pero que debe- mos rechazar con entereza. Nuestra edueaci6n, sefiores; los habitos coloniales, ain in- filtrados profundamente en nuestras conciencias, nos predis- ponen a aceptar como buena esa renta. Nacimos en una at-