LA ORATORIA EN CUBA universal, porque creyeron que era mas convenient para la fe- licidad y los intereses de su pais, hoy entienden lo contrario, y rectifican lealmente su eriterio; reetificaci6n en que no es po- sible ereer que haya intervenido otro m6vil que no sea el amor a la verdad, en que deben inspirarse siempre las inteligencias honradas. Si eso ha aconteeido, por qu8 ese delegado no ha de decir al pueblo su parecer actual y los motives de la modifi- caci6n de su juiciot Teme que el pueblo le inculpet No. El pueblo sabri respetar su conduct, pues ninguno le excede en discreci6n y prudencia. Tampoco le supera otro alguno en preparaci6n para asistir a estos debates, en el respeto a las autoridades que de l1 emanan y en la moderada expresi6n de sus sentimientos... Yo no necesito apelar a los que han viajado; yo apelo a todos los que saben leer, y aqui no hay ningfn analfabeto; yo apelo a todos, absolutamente a todos los que saben leer, para que me digan si no es verdad que en todos los parlamentos del mundo el pueblo que va a oir los debates manifiesta sus impresiones por el aplauso o por el murmullo desaprobatorio, y aun despues de requerido por la Presidencia, sigue aplaudiendo o censuran- do, hasta ser arrojado en ocasiones de la tribune piblica. Aqui no ha sucedido eso; aqui el dia memorable, como in- dicaba el sefor Zayas, el dia de nuestra independencia, porque entonces qued6 ya consagrada la independeneia de Cuba, en ese dia, euando todos acababamos de ver c6mo se desplegaba al vien- to nuestra bandera tricolor, cuando todos y cada uno de nos- otros se sinti6 conmovido, entonces era 16gico que el entusias- mo se desbordara, y ese entusiasmo se desbord6 inicamente en aplausos espontaneos y uninimes, arrancados al pueblo por el mfs elocuente de sus tribunos, por el mis sugestivo de nuestros oradores revolucionarios. Pero bast6 que el Presidente mo- viera la campanilla y que con la respetabilidad que le dan su eiencia y su bondad se dirigiera al pueblo, pididndole que guar- dara silencio, para que ese pueblo callara, acatando inmedia- tamente su indicaci6n. El pueblo, pues, contendra su entusiasmo, porque se lo pi- de la Presidencia, y tal vez el Interventor, segiin las manifes- taciones del senior Morfa, porque el senior Morfa entiende que el Interventor exige de nosotros la moderaci6n mas absoluta... (El senior Moria, interrumpiendo: No es asi.) Bien, pero es cierto que el senior Mor6a hablaba de la In-