EVOLUCI6N DE LA CULTURAL CUBANA de importarle a nadie saber si eree o no en Dios esta Conven- ci6n; por cuyo motivo queda suprijnida toda causa de eserd- pulo por parte del senior Morfa Delgado en cuanto a que, por la mia, pretend darle sabor ninguno teol6gico o religioso a esta discusi6n; aunque yo, con permiso de la Presideneia y si el Reglamento lo consintiera, me volveria a nuestro digno com- pafiero el senior Cisneros para preguntarle en este trance, cual- quiera que sea la creencia de la Convenci6n: si no invoca 61 el favor de Dios jquB invoca? InvocarA las fuerzas propias, como pretendia el sefor Morfia? La capacidad propia del pueblo cubano? &Las condiciones morales del pueblo cubano? ~Serin stas bastantes, eneerrarin 6stas en si bastante fuerza para que sean expresivas de la virtualidad de nuestro pais, de su espiritu, de sus aspiracionest? Seria bastante esta mis- ma Convenci6n a encerrar todo cuanto cabe, a compendiar to- do cuanto hay, a sintetizar cuanto vive y bulle en el alma eu- banal No cree el senior delegado que present la moci6n ra- dical a que me estoy refiriendo, no cree que la raz6n no es bastante, que ninguna entidad abstract es bastante ni ha sido nunca bastante en la Historia para mover a los pueblos y sus- penderlos a ellas como fuerzas altisimas de su coraz6n, a fin de que puedan recorrer confiados el sendero de lo deseonocido por donde los levan o empujan impulses de su pasado y necesi- dades de las circunstanciast? Es, por ventura, bastante la confianza en nosotros mismos, si es que tenemos nosotros mis- mos, los que aqui nos encontramos, esa confianza; es bastante ella como inspiraci6n y guia en el nuevo sendero que se abre para nuestro pueblo? Debemos con fe pedir algo solamente a los hombres? Y si debemos pedirles y podemos pedirles a ellos, ino es mis puro y menos miserable levantar el espiritu para solicitar protecci6n y ayuda de algo mas elevado, de algo de que pensemos que es superior a nosotros? Estamos pidi6n- dole al Presidente de los Estados Unidos, estamcs pidi6ndole al pueblo americano, de suyo cosas deleznables, cosas inferio- res, que por si mismas se reconocen inferiores al punto que, a su vez, en determinadas circunstancias de su vida, hacen tam- bi6n esa invocaei6n que tanto repugna a algunos sefores de- legados. Y de hacerla nosotros, por nuestra parte, en la necesidad de buscar algo que como un paladium proteja esta obra, la su- prema obra, la mis grande, acaso la definitive en la nueva