EVOLUCI6N DE LA CULTURAL CUBANA y lo que interesaba a los agiotistas y sus c6mplices era el acrecentamiento de su riqueza, aunque fuese precise amasar- la con la miseria y la ruina de aquel pueblo aplastado por el infortunio, se elevaron las tarifas arancelarias de Cuba hasta hacer impossible toda competencia de la importaci6n extranjera; se cerraron sus puertos a toda mercancia que no llevase el sello national; quedaron obligados aquellos espa- foles, purgando el delito de vivir fuera de la peninsula, a surtirse, casi exclusivamente y en condiciones bien desfavo- rables por cierto, del mercado metropolitan; se dict6 la fa- mosa ley de relaciones mereantiles en 1882, que fu6 la ley del embudo, pues por ella disfrutaron de franquicias adua- neras en Cuba los products peninsulares, mientras que los frutos del trabajo de los colonos habian de satisfacer a su entrada en la peninsula ereeidos derechos; se gravaron con desigual tributaci6n articulos y produetos similares de la is- la y de la metr6poli, para que 6stos obtuvieran facil y ven- tajosa salida; y en resume, cada ley econ6mica que para Cuba las Cortes votaban, era un nuevo reconoeimiento de la contumaz explotaci6n, un monstruoso aniquilamiento de la producci6n y del comercio insulares, consagrados por el fa- risaico sistema con tanto acierto definido por el sefor Az- cirate como el concubinato del absurdo con la iniquidad. SY era asi como se pretendia desarrollar en Cuba la cul- tura, fomentar la producci6n y estimular el comercio, alen- tar el espiritu industrial, robustecer la uni6n de los dos pue- blos, sembrar la gratitud y engendrar el afecto? ICon un gobierno que atropella todo derecho, con una administraci6n que dilapida todos los recursos, con un regimen que sofoea to- das las energies y mata todas las iniciativas; con una politi- ea de sistemAtica detentaci6n, de opresores reeelos, de arte- ra codicia y de universales conculeaciones? I Y habra ain quien sin rubor en el rostro se atreva a protester de su caida? & Ha- bra todavia quien se recree en el ensuefo criminal de una restau- raci6n inverosimil? Quedara por acaso alguien que lamente con honrado gemido su desaparici6n consumada y definitive ? No; yo no puedo, no debo ereerlo. Esos que en epilepti- cos espasmos se agitan desesperadamente, ciegos por el furor de la inesperada impotencia, son los que medraron con la depredaei6n, se enriquecieron con la injusticia y escalaron las alturas arrastrfndose por ensangrentados peldafios.